Con una mirada es posible detectar si un profesionista tiene síndrome de burnout (quemado). Luce angustiado, intranquilo, se molesta o distrae fácilmente y prefiere estar solo, incluso en horarios de comida. El desgaste ocupacional afecta cada vez más a los empleados, en especial adultos entre 25 y 40 años.
Eso fue lo que encontró el estudio ‘Desarrollo de la Escala Mexicana de Desgaste Ocupacional’ (Emedo), elaborado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) con 510 personas de 24 a 33 años de edad. Los resultados muestran que el 100% de los que sometieron a la prueba presentan algún grado de estrés, aunque 60% ya presentaba niveles altos y daños físicos. De los entrevistados, 45% se desempeña en la iniciativa privada, 36% en el sector público y 20% es independiente. El 27.5% ocupa mandos medios, mientras que el 5.9% son ejecutivos.
Este problema no distingue escalas dentro de la organización y puede presentarse por causas variadas, entre las más comunes: horarios y presiones laborales extremas, supervisión excesiva, insatisfacción combinada con temor de perder el trabajo, mobbing (acoso) por parte de jefes y compañeros, y desequilibrio entre vida familiar y laboral, comenta la psicóloga Berenice Espinoza.
De acuerdo con la psicóloga, el desgaste aparece con mayor frecuencia en jóvenes porque viven una “competencia encarnizada”. Es decir, necesitan demostrar que son los mejores para ocupar un puesto y sienten que en cualquier descuido alguien más les quitará su trabajo, pensamiento menos común en los profesionistas mayores, quienes están mejor posicionados.
En México, por ejemplo, cuatro de cada 10 personas cree que trabajar bajo un esquema de medio tiempo puede dañar sus oportunidades laborales, refiere una encuesta realizada por la consultora Randstad Holding, en 29 países de los cinco continentes.
Jesús Felipe Uribe Prado, investigador de la Facultad de Psicología de la UNAM, menciona que todos los trabajos tienen un nivel de estrés, y no se puede renunciar a un empleo sólo porque hubo una llamada de atención. La situación se complica cuando la tensión es crónica y grave, es decir, el empleado debe tolerar todos los días situaciones como falta de respeto a su trabajo, y ser omitido por los superiores. El ser humano se habitúa un par de veces y lo controla, pero si una situación se repite varias veces termina por dañarlo emocional y físicamente.
El estrés, detonante del burnout, puede ser tolerable y hasta necesario para dar resultados, pero al no controlarse ocasiona daños a la salud como infartos, hipertensión, insomnio y trastornos sexuales, explica Espinoza.
Las profesiones relacionadas con salud, administración pública, leyes, seguridad y comunicación son, de acuerdo con la psicóloga, las que muestran mayor incidencia del problema.
El burnout, explica, comienza con agotamiento emocional y físico, la persona -por ejemplo- incrementa sus horas de sueño. Después, disminuye en su productividad, se muestra indiferente ante el resultado que brinda y, finalmente, presenta comportamientos irritables, como ser poco paciente y sociable. Si se trata de un jefe, es común que reprenda a los subordinados continuamente.
Según Berenice Espinoza, el desgaste se vive por etapas. Al principio el trabajador cree que puede controlar los hechos que generan su descontento. Es cuestión de uno o dos años para que la situación se agrave y decida seguir o no en ese trabajo. En términos de salud física, los daños ocasionados por vivir en un estrés incontrolable se recrudecen después de los 40, menciona Fernández Noriega, médico por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
“Los daños van creciendo, cuando una persona no duerme bien, se levanta de malas porque va a su trabajo. A eso súmale que debe lidiar con problemas de la ciudad, como el tráfico y la saturación del transporte, lógicamente su cuerpo termina por no tolerar el estado de ansiedad y presión al que está sometido”, puntualiza Noriega.
Para el médico con especialidad en medicina deportiva, para evitar que el estrés se convierta en desgaste hay que empezar por acciones concretas, como saber poner límites a las exigencias. Noriega reconoce que esa alternativa puede fallar por temor a perder el empleo.
Si es el caso, la opción es detectar, en forma individual, qué acciones pueden ayudar a contrarrestar el estrés generado en el trabajo. Actividades adicionales como el ejercicio, técnicas de relajación o cualquier otra tarea recreativa funcionan. Además, será recomendable que la persone busque cambiar de área en la empresa -si quiere hacer carrera en ella- o convenza a su jefe de nuevas estrategias de trabajo, expresa Berenice Espinoza.