En México, el 38 por ciento de quienes logran acceder a la educación universitaria no se gradúa, lo que coloca al País con un grave problema de deserción entre los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Entre los 22 países para los que hay datos comparables en 2010, Turquía tiene una tasa de deserción igual a la de México, por lo que juntos ocupan el primer lugar en esta escala, seguidos de Suecia, con 36 por ciento y de Portugal, con 31 por ciento.
Los países con menor grado de deserción son Alemania, con 4.03 por ciento; Finlandia, con 0.45 y Países Bajos, con 0.7 por ciento.
La medición sólo incluye a quienes terminaron sus estudios universitarios en el ciclo de tiempo normal que el programa de su elección lo marca y no distingue si obtuvieron o no el título correspondiente.
“Si bien los datos demuestran que el factor económico es importante, resultan prioritarios otros factores escolares que orillan a los jóvenes a desertar, desde qué tan lejos está la escuela y que los chavos no entienden a los maestros, hasta la rigidez del currículo, los horarios poco flexibles y los problemas de disciplina escolar”, explicó Francisco Miranda, investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales México (Flacso).
Según el académico, los jóvenes pertenecientes a familias de alto ingreso que desertan es por reprobación de asignaturas, mientras que para los estudiantes de familias de escasos recursos la principal causa es la falta de dinero para útiles, transporte o materiales.
Otra de las principales causas de deserción, tanto en los niveles de ingresos alto y bajo, es el embarazo, si bien existe mayor tendencia a que los desertores sean los padres.
Además, Miranda resaltó que la estructura escolar, como institución, no es suficientemente flexible para soportar la dinámica social que requiere el proceso educativo.
“(Para evitar la deserción) no es suficiente otorgar becas, la prioridad está en encontrar una vía para destrabar los problemas de formación docente y de participación social, así como el apoyo y acompañamiento integral a los docentes, que son las piezas clave en la formación de los jóvenes”, indicó el investigador.
Para Miranda, es imperativo construir un espacio que medie y articule la realidad de la escuela y la de la vida social, cultural y familiar de los jóvenes sin quitarle peso a la formación educativa.